
En 1900 en la Exposición Universal de París, se crea el
llamado Pavillon de l'Elégance, en la que seleccionados por Jeanne Paquin, la
creadora de los famosísimos vestidos imperio y del abrigo quimono y cuya
carrera se vio ensombrecida por el hecho de ser mujer, presentan sus prendas
los más importantes modistos de la época entre los que se encuentran Doucet,
del que hoy por hoy sus vestidos no son recordados pero su nombre nunca se
olvidará porque fue el descubridor de los diseñadores que cambiaron la moda de
estos años: Paul Poiret y Madeleine Vionnet, y Worth, un inglés que revolucionó
el mundo de la moda al firmar sus prendas como hacían los pintores, y para el
que se creó el término de "Alta Costura" para designar el lujo y
detalle de sus modelos.
Estos son los años de la Belle Epoque, de la silueta en S
que se conseguía con rígidos corsés que estrechaban la cintura al tiempo que
destacaban pechos y caderas, y que destacaban especialmente con faldas hasta el
suelo que se ensanchaban creando una silueta sirena.

Pero la verdadera revolución de la esta década es el
abandono del corsé, lo que liberaría a la mujer cambiando por completo su
relación con su propio cuerpo y con la moda.
La historia de Jeanne Lanvin es la típica de la época: primero chica de los recados, luego costurera, después modista y con 18 monta su propia sombrerería. Sí, con 18. Porque empieza con tan solo 13 años. Pero no fue hasta que tuvo a su hija Margarite cuando su carrera dio un vuelco al empezar a diseñar para niñas en 1903 y cambiar la paleta de colores habitual por una mucho más alegre, entre los que destaca el azul Lanvin. El éxito es arrollador y le lleva a crear una línea para mujer en 1909 y algo completamente revolucionario para la época: una línea joven, pero siempre manteniendo un estilo muy femenino.


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